VideoEntrevista a Patricia G. Kasaeva de la Universidad de Barcelona.

Entrevista a Patricia G. Kasaeva de la Universidad de Barcelona.

Mi nombre es Patricia Kasaeva, nací en Cuba, me crié a medio camino entre La Habana y Rusia aunque en general he de decir que recibí una educación de adoctrinamiento dentro del método comunista cubano. Extrayendo el adoctrinamiento histórico y político, es una educación basada en la solidaridad y la importancia del conjunto en lugar del individuo.

Mi educación universitaria la hice en Barcelona, primero una carrera en Historia del Arte y más adelante un máster en Estudios Urbanos que es un enfoque teórico del urbanismo sobre todo desde el punto de vista sociológico.

Mi experiencia laborar dentro del arte comenzó con el contacto de archivo en prácticas en la Fundación Tapiés donde aprendí a mirar desde la documentación el trabajo de curadores, productores y toda la estructura burocrática museística. Posteriormente trabajé con un buen amigo en un estudio de diseño industrial entre los año 50 y los 70 sobre todo descubriendo piezas documentandolas, restaurándolas y vendiendolas. Ahí aprendí a gestionar un gran inventario y sobre todo a afinar el ojo para encontrar lo auténtico entre tanta copia. Poco después por casualidades de la vida me inicié en el mercado del arte por la puerta grande con unas obras que un gran amigo tenía en su casa y quería vender. Me tocó iniciarme en este mundo de forma autodidácta y rodeandome de profesionales experimentados de los que absorber conocimiento y prácticas. Una vez aprendido lo que creía yo suficiente, empecé a “trabajar” (lo pongo entre comillas porque no tenía un sueldo sino que cobrara por comisión) con un artista emergente sin dinero pero de cuya obra me enamoré y sigo enamorada. Después de dos años de una muy enriquecedora colaboración me mudé a Cuba y trabajé para una revista cultural que se dedicaba a la actualidad de la cultura cubana dentro y fuera de la isla. Ahí me empape de las raíces que había semi perdido con mis años en Europa y me puse fuertemente en contacto con la farándula cultural (especialmente del arte contemporáneo) cubana. Al volver a Barcelona, entre agosto y noviembre de 2018 engendré Haba Gallery, una galería de arte que trabaja con artistas emergentes iberoamericanos, que centra su actividad en el apoyo a la creación joven así como al incentivo del coleccionismo joven.

Fuera de estas experiencias profesionales más estructurales he trabajado en múltiples eventos artísticos como productora.

 

¿Qué significa el arte? ¿Qué papel juega dentro de la sociedad?

Para mi el arte es un gran cajón de preocupaciones. Un espacio absolutamente libre que utiliza la estética para poner encima de la mesa cuestiones, que forman parte de nuestra cotidianidad y nuestra contemporaneidad, más o menos universales, que producen reacciones emocionales y/o racionales. Dichas reacciones permitirán al espectador atribuir a la obra su propia preocupación respecto a la temática que se trabaja, generando una simbiosis de opiniones creador-público.

Dicho de forma más simple, el arte entre otras cosas es una gran arma de comunicación con la capacidad de retar el status quo y hacer avanzar tanto a la sociedad como al individuo. Teniendo en cuenta que los artistas tienen la sensibilidad que les permite saber lo que va a pasar y nos lo cuentan a través de sus obras.

 

¿Cómo y por qué decides trabajar con un artista o no hacerlo? ¿Pesa más el hecho de que su trabajo sea bueno para ti, o la salida que puedas darle al mercado?

Por definición soy una idealista del arte, por lo que entiendo que la mercantilización del arte es su propia forma de prostitución. Pero a la vez entiendo que ser artista, además de todo lo que envuelve lo “divino” de la sensibilidad, es una profesión que como cualquier otra necesita una economía que la sustente.

Decido trabajar con artistas porque amo el arte y la encuentro absolutamente necesaria en este mundo especialmente con la evolución poco humana y egoísta que hemos optado como sociedad. No soy una pesimista, sino todo lo contrario, por eso trabajo el arte desde su calidad de balanceador de nuestra evolución, de acercamiento mutuo y de crecimiento de nuestra humanización. También decido trabajar con artistas porque me caen bien (jajaja), disfruto mucho de sus conversaciones y sus locuras (sin caer el clichés absurdos), disfruto de cuando se desahogan en sus teorías cósmicas, abstractas e inentendibles, disfruto el abstraerme para intentar entenderlos. Disfruto cuando la claridad más absoluta se presenta ante ellos casi como una revelación o a veces como una incoherencia. Disfruto verles trabajar y disfruto contribuir a que lo continúen haciendo.

Por eso me centro en los emergentes, ya que empezar una carrera en el mundo del arte es un camino difícil que a menudo se vuelve tortuoso e incluso precario. Cierto es que la oferta de arte emergente es muy amplia y la demanda no tanto. Se trata de un mercado de puerta chica en el que sólo unos pocos lograrán sentarse en el trono de la estabilidad económica. Yo pienso que tanta oferta no sobra ya que la capacidad de empatizar con una pieza artística es tan subjetiva como la expresión misma.

En mi caso personal y con Haba Gallery lo que motivo es la creación de una colección personal que responda al concepto subjetivo del arte de cada coleccionista. Así, la capacidad de este de intervenir en el mundo del arte de forma activa, será a través de lo que su colección y su criterio sean capaces de hacer evolucionar el concepto del Arte (en mayúsculas). Trabajar con coleccionistas jóvenes (o Milenials) en este sentido es una ventaja porque estos compran arte para definir quiénes son o como símbolo de su personalidad, de la misma forma eligen música, un mueble o su portada de twitter. Su impulso de compra de basa en la emoción, el gusto estético y el conocimiento, convirtiéndose así en una excelente herramienta de saneamiento del ecosistema del mercado del arte. Sus colecciones se convierten así en reflejo de sus especificidades, experiencias, empatías, creencias y reivindicaciones.

Una colección bien armada puede ser una gran herramienta transmisora de conocimiento histórico, propulsora de nuevas ideas y reflexiones.

 

¿Qué define para ti una buena obra de arte, y qué criterio usas, de forma general para analizarlas? ¿Cuáles son los criterios que suele utilizar la lógica del mercado del arte para analizar y evaluar hoy en día un obra de arte? ¿Crees que son justos con la realidad?

No me siento capacitada de hablar de justicia en estos términos. Para mi una buena obra de arte debe responder a diferentes criterios: Calidad artística (que no significa calidad técnica necesariamente, en dependencia de lenguaje y estilo artístico sobre el que se trabaje esto varía), originalidad (o rareza) de su tesis central (ya sea temática, experimentacion, conceptalidad, actualidad o incluso formas de presentar información del mundo, en el caso por ejemplo de un storyboard) y justificación (la obra debe ir acompañada de un statement sólido, que haya sido meditado y puesto en cuestionamiento de múltiples formas por el propio artista) y por último universalidad (aún teniendo en cuenta que una obra puede ser empática de manera global o localista, en ambos casos debe contribuir al conocimiento de la tesis que aborda).

Además de estos criterios, la moda es un gran factor que hace que una obra tenga un precio u otro. Estas modas están marcadas especialmente por los movimiento culturales a nivel global que hacen que una zona del mundo o posición política devenga mas interesante que otra durante períodos de tiempo.

Por último y no menos importante, a la hora de valorar una obra irremediablemente miraremos quién es el artista. Esta cuestión del valor por la firma radica en la carrera del artista y de la capacidad que haya tenido a lo largo de sus creaciones de evolucionar según evoluciona el mundo, es decir, no estancarse en modas pasadas y aún así conservar su estilo, su marca y por supuesto su línea de pensamiento. Está claro que las preocupaciones de ayer, hoy no serán tan importantes como las preocupaciones del hoy, pero, ambas preocupaciones, las de ayer y las de hoy, deben ser coherentes y sintomáticas de la historia del propio artista.

 

En general, cualquier persona suele sentirse capacitada para juzgar una obra de arte aún sin tener ningún tipo de formación artística, ¿Crees que aquellos que las compran sí lo están?

Como te he explicado anteriormente, la subjetividad del arte permite a todos poder apreciarla, pero, cierto es que las ideas que la gente “común” tiene del arte hoy en día quedaron ancladas en los parámetros formales, iconológicos y temáticos anteriores al siglo XIX, mientras que la creación artística y su mercado caminan desde entonces en solitario. Las vanguardias del siglo XX y la posmodernidad pusieron patas arriba la forma en la que entendemos el arte y hoy un artista está mas lejos de ser un artesano y más cerca de ser un filósofo, de ahí que los nuevos criterios de valoración radiquen esencialmente en la originalidad de la tesis.

Actualmente un artista no se permite trabajar para un cliente (osea, por encargo) como se solía hace antaño, sino que el hecho creativo se basa en la profunda libertad y los vaivenes creativos del genio.

Entonces el coleccionismo, más que nunca, se ha convertido en un rasgo de absoluta sensibilidad, subjetividad y a la vez una alto grado de intelectualidad. No, obviamente no todos los coleccionistas tienen esta formación ya que estos mismos parámetros (y Andy Warhol) han hecho del mercado del arte un campo de especulación muy provechoso. Pero lo que está claro es que estos coleccionistas que no saben lo que pagan se apoyan en grandes expertos que deciden por encima de ellos hacia dónde van sus inversiones.

Aún así, existe una diferencia muy grande entre una colección del tipo especulativo, comparable a tener lingotes de oro en una caja fuerte, a una colección personal como las que la segunda pregunta.

 

¿Cómo crees que ha influido sobre el tema la exposición y compra de obras de arte por internet?

La ligereza con la que contamos los “hijos de la Revolución Digital” al movernos en el mundo virtual, hace de las redes sociales, específicamente Instagram y las plataformas web, nuestro espacio de confort y por tanto en el que confiamos para descubrir, elegir y comprar. Así, y según nos cuenta Hiscox, las ventas de arte online se han triplicado desde su auge, hace unos 4 años aproximadamente. Los jóvenes sabemos que el mundo no se acota a nuestra zona de nacimiento ni de residencia, sino que, hoy en día, vivimos en un mundo globalizado donde no hay fronteras. El espacio online nos permite destruir las distancias, lo que facilita el encuentro, en un primer término virtual y posteriormente físico, con artistas que se encuentran a kilómetros y que nuestras posibilidades de conectar con ellos en otro contexto serían muy bajas.

Aún así, el concepto expositivo en el mundo online aún no está resuelto. Existen plataformas como Iazzu o PeopleArtfactory.com que se han dedicado a encontrar formas virtuales realistas de exponer arte digital. La realidad es que es un camino aún por recorrer. Su hablamos en términos puramente mercantiles, aún cuando los jóvenes nos sentimos cómodos con las compras online, el groso del coleccionismo no se fía aún. No es una desconfianza hacia las galerías online ni las plataformas, sino más bien al impacto que les genera una obra vista a través de una pantalla a diferencia de tenerla en frente en todo su esplendor y tamaño.

 

¿Qué diferencias ves entre España y Cuba, en cuanto a niveles culturales se refiere? ¿Consideras que las clases sociales son determinantes a la hora de definir esos niveles, o por el contrario piensas que estos se definen por medio del valor intrínseco de las obras o productos culturales que consume cada individuo?

Haciendo una comparativa, una exposición de arte contemporáneo en España esta casi vacía. Digamos que de 5 visitantes, 1 sería un intelectual, 2 se harían los intelectuales, 1 estaría perdido y los otros dos se pasearían la exposición diciendo: “esto lo puede hacer mi hijo que tiene 3 años”. En La Habana, aún no sé si por intelectualidad, curiosidad o aburrimiento dado a la poca oferta de ocio que ofrece la ciudad, las exposiciones de arte contemporáneo están repletas de gente. De 10 personas que la visitan, 2 serían artistas, 2 serían curadores, 2 serían periodistas, y los 4 restantes serían público general entre los que dejaremos a libre elección los intelectuales o no porque realmente en Cuba nunca se sabe quien te emitirá una opinión que te deje con la boca abierta.

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En el caso cubano, que es bastante peculiar, el intelecto e interés no responde como en España a la clase social, más bien la clase social alta quiere fiesta y la baja quiere cultura, salvando todas las erróneas generalizaciones que se puedan hacer al respecto. La educación en Cuba es igualitaria, el acceso a los viajes y al enriquecimiento cultural fuera de la isla no tanto. En España la falta de acceso o interés hacia la cultura y el arte radica normalmente en la falta de tiempo porque se trabaja mucho, en Cuba casi nadie trabaja de verdad así que tiempo para el conocimiento hay de sobras.

Es España sí considero que una alta clase social determina un elevado nivel cultural a consecuencia de las posibilidades de alta educación, viajes, tiempo para el conocimiento y por supuesto casas estéticamente más cuidadas y a menudo con obras de arte, que van enriqueciendo a la persona desde su infancia. En Cuba la clase social alta aunque tiene más acceso a los viajes y por tanto a la cultura mundial suele ser poco curiosa y más bien superficial, que valora poco el intelecto y que prefiere vestir bien. La clase baja, y debido a principios educativos cubanos, entiende la intelectualidad como su principal trampolín hacia la evolución económica y por tanto se esmera en ello, además suele tener tiempo. El problema radica en que, al no tener acceso a los viajes y en general a la cultura global, consume conocimientos desactualizados a través de libros a los que tiene acceso, y, teniendo en cuenta que muchos autores se encuentran censurados en Cuba. Actualmente el reciente introducido internet en Cuba proporciona conocimientos actualizados pero por desgracia, y a consecuencia del gran éxodo de familias cubanas, el principal objetivo de internet en Cuba actualmente son las redes sociales y las comunicaciones con familiares y amigos que viven en otros países. No pasa nada, ya nos llegará!

 

¿Qué diferencias destacarías entre los dos países cuando hablamos de compra de obras de arte y consumo de productos culturales en general?

En cuanto al tema compra de obras de arte, el coleccionista español es el gran buscado! El coleccionista cubano es el que nunca existió! El mercado del arte en España sufre grandes problemas ya que los artistas españoles no son especialmente valorados fuera de España y los coleccionistas españoles (los pocos que hay) no consumen tampoco arte español contemporáneo, sino que prefieren mirar hacia afuera. El arte cubano es bien valorado en muchos puntos del planeta especialmente en Estados Unidos aunque existen muchísimas dificultades para comercializar obras de artistas que viven en Cuba ya que los organismos de control del Ministerio de Cultura, el Fondo de Bienes Culturales y la UNEAC, amarran en corto a todos los creadores y les imponen altísimos impuestos en sus acciones comerciales con el fin de ingresar efectivo a la isla. Obviamente el cubano que vive en Cuba no compra obra porque no tiene con qué ni entiende el arte como objeto de consumo, incluso muchos artistas cubanos tampoco han vendido nunca obra, sino que crean solamente para expresarse. En cambio muchos cubano que vive fuera de Cuba que han logrado hacer fortunas invierten en arte cubano y latinoamericano en general, de forma muy activa dentro del mercado norteamericano.

En cuanto a otros productos culturales como puede ser el teatro, la danza, los festivales de cine, Ferias del Libro y demás, el consumo es absoluto de toda la sociedad. Los eventos artísticos siempre están repletos de visitantes y es que en Cuba la cultura se vive mucho y con pasión. Aún las razones de este éxito no están claras, si se trata de interés cultural o aburrimiento por falta de ofertas de ocio en la ciudad. Yo creo que es una

mezcla entre estos dos factores y en cualquier caso, el resultado es efectivo, el cubano, independientemente de su clase social consume mucha cultura.

 

En cuanto a las obras con las que tu trabajas, ¿En qué nivel cultural las enmarcarías? ¿Con qué criterio lo harías?

Actualmente trabajo con obra muy variada. En general tengo obras y artistas que responderían a diferentes niveles culturales. El criterio que utilizo para enmarcarlos en uno o en otro nivel radica en la inmediatez en la que te llega el mensaje, y profundidad del mismo teniendo en cuenta si expresa emotividad a flor de piel o profundidad teórica.

 

¿Qué papel juega un galerista dentro de la experiencia cooperativa del mundo del arte y cuál es su relación con los demás agentes, en especial el artista? ¿Cuál ha sido tu experiencia personal?¿Estás satisfecha con el grado de profesionalidad de las personas que participan en esas redes?

Existen dos tipos de galeristas, por una parte el que represento yo, que es una persona que trabaja directamente con el artista, le apoya, le ayuda y aconseja, le escucha y le conoce profundamente y forma parte de la evolución de su carrera. Por otra parte el galerista que trabaja directamente con obras que se encuentran circulando en el mercado. No trabajan con los artistas sino con el recorrido de la obra. Se trata de un mercado más especulativo. Ambos tipos de galeristas tienen contacto con coleccionistas, y en general conocen los tipos de compradores de forma que tienen la capacidad de enlazar una obra o un artista con un comprador dispuesto a empatizar. Al fin y al cabo el galerista es el conector entre ambos mundos artista-público, y su labor es por una parte artística y la otra social y comercial.

Mi experiencia con los artistas ha sido casi siempre enriquecedora. Digo casi siempre porque he dejado de trabajar con artistas por diversas razones, casi todas tienen que ver con el ego, el respeto y la falta de auto-cuestionamiento. Mi experiencia con los coleccionistas rara vez es personal, ya que mi contacto con el público es sobre todo a través de las redes sociales y por mail. En el caso de los eventos en los que he tenido la oportunidad de participar, busco siempre el contacto con estos agentes y a menudo quedo con ellos para visitar los talleres de los artistas, espacio en el que realmente se genera una simbiosis interesante. Según mi experiencia, el público casi siempre es respetuoso con el artista e intenta valorarlo aunque en realidad no lo haga demasiado. A los artistas se les trata muchas veces como niños a los que hay que trata con amabilidad o se pondrán a llorar o lo que es peor, furiosos de una mala crítica. En este mar de halagos a veces es difícil entender si a un comprador le ha gustado realmente la obra de

un artista o simplemente ha estado evitando el llanto o la furia. En mi caso, como todas las ventas se hacen online, nunca tengo respuesta a esta incógnita hasta que me llega un mail de confirmación de compra.

Me he encontrado pocos artistas profesionalmente serios. Normalmente no suelen respetar fechas de entrega ni estructuras ni formas. Cuando abrí la galería abría las convocatorias durante dos meses y sólo las abría cada 6 o un año en dependencia del volumen que se iba generando. Actualmente la tengo permanentemente abiertas y aún espero documentación de artistas que contactaron hace más de 8 meses. Simplemente con el tiempo me he vuelto paciente.

Los demás agentes con los que trabajo, imprentas, transportistas y seguros, así como otros curadores con los que he trabajado, siempre he quedado satisfecha con su profesionalidad.

 

¿Qué cambios ha sufrido el mundo del arte y las redes que lo componen con la llegada de internet y cómo ha influenciado eso en el trabajo del galerista?

Para mi el cambio más esencial radica en el alcance. Antes tenías un local, blanco inocuo, con una puerta de cristal enorme, obras colgadas en la pared y tu en el fondo, sentada en un escritorio poniendo buena cara a todo el que pasara por tu calle y por casualidad o curiosidad mirara hacia dentro. De 10 personas que pasaban igual con suerte entraban 3 y con muchísima suerte igual 1 de ellos compraba. Incluso esta estadística es optimista, tanto es así que cerca del 70% de las galerías de Barcelona cerraron entre el 2007 y el 2010. A esta baja probabilidad de venta súmale el alquiler del espacio y la factura de la luz, sin contar otros número, como la inversión inicial, para que nadie se deprima. Tal vez si eres la Gagosian o la Malborough no tendrás estos problemas, pero para el resto, las probabilidades de cierre son estratosféricas.

Para abrir una galería online la inversión inicial depende de tu destreza tecnológica pero en general es mucho más baja, sin contar el mantenimiento. El precio del alquiler de un local en Barcelona se reduciría al precio anual de un hosting, que circula entre los 70 y 150 euros al año. A eso súmale un poco de publicidad y el permiso de un par de plataformas que te ayudarán a darte a conocer. En dependencia del tipo de galería que hayas montado no tendrás necesidad de almacenaje y sólo pagarás el transporte de las obras cuando se hayan vendido o en el caso de que hagas una exposición. A todo esto, la cantidad de personas que pasarán por “tu calle” o en este caso por tu página web o perfil de instagram será un número desorbitadamente superior al de la versión de galería física.

Así los galeristas se han tenido que adaptar a los stories, las newsletters y el woocommerce o dejar ese trabajo para profesionales y centrarse en su principal aportación; su ojo para descubrir artistas. Este trabajo esencial del artista también cambia o más bien se expande. Antes descubrías artistas en exposiciones y Ferias. Ahora además tienes un portafolio de artistas universales que se llama Instagram y otro también muy grande que se llama Pinterest, y así aumenta el volumen de trabajo y también las posibilidades de encontrar artista interesantes.

En fin, el principio de un galerista sigue siendo el mismo. El cuidado del artista, al ser menos personal en su mayoría debe cuidarse más, pero su capacidad de encontrar nuevos creadores aumenta y los medios cambian.

 

¿Cómo consigue un artista crear una reputación, y que parte de responsabilidad tiene el galerista en ese proceso?

El artista tendrá más reputación mientras más veces vea escrito su nombre. En un primer momento a través de premios y concursos, luego a partir de exposiciones colectivas, luego las personales, las ventas, y la cantidad de veces que vea su nombre en los medios de comunicación. Muchas galerías consagradas, como Gagosian, Saatchi, Malborough o la Esther Arias en España también dan caché a los artistas sólo por tener obras en su colección, de la misma forma que vender obras a colecciones privadas importantes, que en muchas ocasiones serán prestadas para diferentes exposiciones alrededor del globo. Toda esta carrera en lo que aumentará el caché del artista y lo que lo irá introduciendo en los archivos de Art Price del arte contemporáneo.

El galerista en este proceso tiene diferentes responsabilidades. En general los contactos, ya sea con coleccionistas que comprarán la obra, a menudo por la confianza y la autoridad que el galerista haya generado a lo largo de su trayectoria, y por otra parte, a través del contacto con proyectos expositivos, curadores, etc. y por supuesto para presentarse en ferias.

Aunque trabajas de forma autónoma, coincidirás conmigo en que el trabajo, como cualquier otra actividad social, está supeditado a la realidad social, política, económica, etc. Desde esa perspectiva ¿Sientes que tienes libertad para decidir cómo y con quién tienes que trabajar?

De momento sí me siento totalmente libre de elegir a los artistas con los que trabajo aunque nunca me alejo demasiado de lo que está de moda. Igual es una contradicción pero es mi forma de asegurar ventas para el artista y para la supervivencia de la galería. Escojo obras y artistas por una fuerte intuición y porque sé que su obra responde a patrones estéticos de mi público objetivo. Por tanto en este caso creo que no me influye demasiado la cuestión política en España aunque sí me influye en Cuba, me explico.

Existe un sector del arte contemporáneo cubano más disidente con el que me encantaría trabajar. Muchas veces me he encontrado con obras que quisiera incluir en mi catálogo pero al ver los círculos en los que se mueve ese artista finalmente decido no hacerlo. Esto se debe a que, aunque yo trabajo fuera de Cuba y por tanto sus políticas no deberían afectarme, muchos de mis proyectos radican allá, e involucrarme con artistas perseguidos puede suponer que me denieguen permisos allá, no solo para mis futuros proyectos sino para exportar obra de artistas con los que sí trabajo y que viven allá y que por consiguiente, serán relacionados con una disidencia con la que ellos han elegido no involucrarse al menos de forma visible.

Lo malo de ser una galería online es que todas mis comunicaciones quedan registradas, y al estar realizando una actividad económica en Cuba, sé que yo también estoy siendo perseguida.

 

¿Se puede vivir del arte?

Jajaja te tengo que decir que sí, pero bajo muchas comillas. Depende. Como artista el problema esquí estamos asistiendo a un superávit de creaciones, y destacar y por tanto

triunfar es un tema complicado, pero si logras correr a la par que la vanguardia y que la gente empatice contigo, entonces es muy probable que recuerden tu nombre.

Masha Rostovskayal / Unsplash

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